Da a los demás lo que yo te doy a ti

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Hace algunos días, leí la siguiente historia y me gustaría compartirla con us-tedes.

Un mesonero buscaba una copa para un cliente.

Elígeme a mí — grito la copa dorada-.Yo brillo y siempre estoy reluciente. ¡El oro es lo mejor!

El mesonero siguió inspeccionando sin decir una sola palabra. Se quedó mirando una copa plateada de silueta curvilínea y alta:

epay

Estaré en tu mesa siempre que te sientes a comer. Mi diseño es elegante. Además, la plata viste mucho.

Sin prestar mayor atención a lo que oía, el mesonero puso sus ojos en una copa de bronce. Estaba pulida, y además era amplia y poco profunda:

¡Fíjate, fíjate! -gritaba la copa-; sé que te serviré. Colócame sobre la mesa para que todos me vean.

El mesonero se acercó después a una copa hecha de madera. Estaba bien pulida y labrada, parecía sólida y robusta: — Tengo muchos usos, señor -dijo la copa de madera —. Aunque es mejor que me utilices para agua, no para el vino.

Por último el mesonero reparó en una copa de barro cocido. Estaba algo rota, sucia, polvorienta y arrumada en un rincón de la bodega.

¡Aaaaah! Ésta es la copa que andaba buscando. Exclamo el mesero, La arreglaré la limpiaré y la utilizaré. No busco una que esté orgullosa de sí misma. Sólo necesito una sencilla copa de barro, resistente y fuerte y en la que se pueda apreciar la calidad de su contenido.

Luego, con cuidado, tomó aquella copa de barro, la compuso, la limpió, la llenó y se dirigió a ella con simpatía:

Este es el trabajo que quiero que desempeñes: dar a los demás lo que yo te doy a ti. (Anónimo)

Dios nos elige porque él nos quiere, él nos necesita. El modo en que Dios nos elige es un enigma, muchas veces no coincide con lo que nosotros queremos o tenemos en mente. Sin embargo él labra nuestro camino. Como a la copa de barro, Dios nos va modelando día a día, él nos compone, nos limpia. Dios nos elige mirando lo valioso que cada uno posee, la sencillez, la pureza, la ge-nerosidad de nuestros corazones.

Pidamos al Señor para que nos modele a su imagen y que con los dones que nos ha dado, seamos capaces de compartirlos con los demás, con todos nuestros hermanos.


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