No me voy, me corren

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Por Miguel Moreno
El Mensajero Católico

Hace algunos años atrás, conocí a un señor en Saginaw, Michigan, que llegaba a misa infaltablemente los domingos, acompañados de toda su familia. Muy honesto y generoso con su parroquia. Un día, al salir de misa, me dijo muy entristecido, que era la última vez que participaba de la celebración; porque no soportaba la altanería ni el comportamiento engreído de algunos ministros. Le dolía mucho la hipocresía, especialmente de dos personas, que decía él, eran los mismos que le habían preparado para su matrimonio. ¡Eso no debe ser así! ¡Yo no soporto esa situación! En fin, por eso se fue de la Iglesia Católica, pero no hacia otra parroquia, sino hacia otra denominación religiosa.

Pella 2015 colorRepasando esta historia hay tres elementos (tal vez allá más) que quisiera compartir: 1. Hay gente buena que se va de nuestra Iglesia. 2. El testimonio de los creyentes, especialmente de los que tenemos un ministerio en la Iglesia, es fundamental en la evangelización. 3. Ninguna institución se debe medir por sus miembros, sino por su organización y enseñanza.

Hay gente buena que se va de nuestra Iglesia: Aunque no siempre, pero es la mayoría, la gente que se va de la Iglesia católica, se va sin conocerla totalmente. No importa cuando años se tenga de católicos y cuantas veces vayamos a misa, sino nos preocupamos por enriquecer nuestra fe, seguimos siendo ‘analfabetos de la fe’. En las diferentes parroquias que tiene la Iglesia católica se ofrecen clases de formación religiosa, entre estas clases están las clases de Biblia. Debemos participar de estas clases, para fortalecer nuestra fe y saber dar explicación del porqué creo esto y no otra cosa; por qué practico esto y no otra cosa. Preparémonos para decir por qué somos católicos.

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El testimonio de los creyentes, especialmente de los que tenemos un ministerio en la Iglesia, es fundamental en la evangelización: Todos los bautizados estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe en Jesucristo; con mayor razón, los que ocupamos un ministerio en nuestra Iglesia. Nuestro testimonio es fuente de evangelización; pero a la vez, puede ser fuente de escándalo para otros hermanos y hermanas. Una de las expresiones más fuertes que encontramos en la Biblia es: “El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar” (Mc 9). Nuestro testimonio es la primera puerta de todo creyente. ¡Qué jamás nadie la encuentre cerrada!

Ninguna institución se debe medir por sus miembros, sino por su organización y enseñanza: La Iglesia es una institución fundada por Dios y formada por humanos; por eso decimos que es Santa y pecadora. Sin embargo, no podemos juzgarla por sus miembros únicamente, sino por sus principios. Los miembros pueden fallar porque la naturaleza humana es débil. En cambio, el principio es sólido. Tal vez este ejemplo me puede ayudar a clarificar lo que deseo decir: La escuela de mi sobrina tiene entre sus normas, no usar zapatos con tacos para evitar rayar los pisos. Sin embargo, hay algunas chicas que van con tacos y, por supuesto, se siguen dañando los pisos. Yo no podría decir, esta escuela es mala porque todos los pisos están rayados o porque hay algunas personas que no siguen o no les gusta seguir las normas, sabiendo que están nos ayudan a crecer y a mejorar. Lo mismo ocurre en nuestra Iglesia. Las enseñanzas y principios, están claros, depende del libre albedrio… la libertad de cada quien, en seguir la enseñanza o dejar de lado la misma.

Cuando alguien me dice, me fui de la Iglesia porque allí hay muchos borrachos, yo les pregunto: “¿En la Iglesia los obligaban a tomar?”. Cuando me dicen que en la Iglesia hay mucha hipocresía, les pregunto: “¿Había una exhortación a que sigan ‘de habladores’ o se les pedía que lo evitaran?”

Somos seres humanos, que caemos constantemente. Somos cristianos, que nos esforzamos por ser mejores cada día.

Hace dos meses volví a Saginaw, Michigan a visitar a un amigo sacerdote. En la misa dominical me encontré al señor de siempre, con su familia (ahora son más). Me acerqué con mucho gusto a saludarlo y sin que yo le pregunte me dijo: “Oiga, en el otro lado también hay de lo mismo; por eso, regresé, porque al menos aquí, ya se quienes hablan mal de quien… y, bueno, también extrañaba a mi Jefecita de Guadalupe y mi Misa.”


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