Una lección de gramática

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Ana Maria Shambaugh
El Mensajero Católico

Hace algunas semanas conversando por internet con una amiga, a quien le encanta escribir, me platicaba muy indignada como en la actualidad las personas han olvidado el uso de la gramática, especialmente de la ortografía. Ella me dijo: “uno puede ver en las redes sociales, o en los mensajes de texto la ‘horrografía’ de nuestros tiempos, ¡cada quien escribe como le da la gana!” Al inicio me dio risa, pero poco a poco, como nuestra conversación avanzaba y profundizaba, comprendía que el amor de mi amiga eran las letras, pero para mí la gramática había dejado otra clase de enseñanza mucho más importantes. Entre las historias que recuerdo, hay una en particular que es la siguiente:
Un profesor universitario de español, de gran fama tanto en España como en el mundo entero, soñó que se encontraba con Dios y decidió preguntarle el motivo por el cual nunca había sido feliz en su vida, a pesar de su exitosa ca-rrera y sus conocimientos. Dios le dijo entonces:

• Sé que eres profesor de una gran trayectoria en el idioma, dime cuáles son las tres primeras personas de los pronombres personales.
El profesor se sorprendió de aquella pregunta tan fácil, y respondió:

• Pues, eso es muy fácil para una persona con mis conocimientos del idioma, son: yo, tú y él.
Dios lo miró y dijo: ¿Ves? ¡Ese es tu problema!

epay

Aún con tus conocimientos lo has dicho al revés y esa es la causa de tu infelicidad. Siempre debes decir:

“ÉL” primero, refiriéndote a mí para que yo sea el primero en tu vida. “TÚ” para que el prójimo sea la segunda persona más importante en tu vida.

Y finalmente cuando me hayas buscado y hayas ayudado a tu prójimo, entonces estará el “YO”.

Aprender a amar a Dios es un proceso de dejar amarte a ti mismo y a las cosas que te rodean y enamorarte más de Él. Permite que el amar a Dios sea tan natural en tu familia, en tu vida diaria que llegue a ser como respirar; que sea tu vida, tu gozo y tu paz.


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