Unidos en el cuidado y la oración

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Por Padre Jim Betzen
El Mensajero Católico

De cuando en cuando, los sa-cerdotes toman un tiempo para seguir estudiando. A esto se le llama ‘estudios sabáticos’. En el verano y otoño del 2016, participé de unos estudios debido a un diagnóstico de cáncer a mi rodilla izquierda. Tomé lecciones de vida de profesores de teología. El tratamiento del cáncer comenzó con el diagnóstico a principios de julio y de agosto hasta la primera semana de septiembre, seguidas de cinco semanas de radiación en la ciudad de Iowa. Finalmente, me operaron el 11 de octubre y, después, tuve 6 semanas de recuperación.

Fr. Betzen

Durante las cinco semanas de tratamiento, de lunes a viernes, estuve en Hope Lodge en la ciudad de Iowa, un lugar para pacientes de cáncer y sus asistentes. Además de ropa, llevé mi computadora para escribir el boletín y mantener los correos electrónicos de la parroquia y de la diócesis al día. También usé la computadora para tener comunicación semanal con el secretario de la parroquia Jourdan Reynolds.

De regreso a Ottumwa, Jourdan y Sr. Irene Muñoz cuidaron de las actividades pa-rroquiales y visi-tas. Nuestro pá-rroco vecino, padre Patrick Hilgendorf, pastor de la parroquia en Ottumwa y Sta. María Magdalena en Bloomfield, estuvo ayudando con los enfermos y los funerales.
Como enfermo de cáncer en Hope Lodge, formé parte de una comunidad de pacientes con cáncer y sus cuidadores. La mayo-ría eran parejas de ancianos, otros eran padre e hijo. Para un sacerdote, fue una buena experiencia ver matrimonios cuidándose mutuamente en tiempos difíciles. Los fines de semana, me iba a casa el viernes por la tarde para recoger el correo, firmar cheques y responder preguntas. Celebraba tres misas el fin de semana. Puesto que no sabía cómo respondería mi cuerpo a cinco semanas de radioterapia, pedí ayuda los fines de semana que tuve matrimonios. Mons. Martin Amos y padre Thom Hennen celebraron una de las misas los fines de
semana para aligerar mi trabajo.

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El 11 de octubre del 2016, tuve una cirugía en la ciudad de Iowa para remover el tumor canceroso en mi rodilla. Mi hermana, enfermera de Wichita, Kansas y un compañero de la Preciosisima Sangre de Sedalia, Misuri, me vi-sitaron en el hospital y me llevaron a casa días después de la cirugía. El encargado de mantenimiento de la parroquia me prestó una cama de hospital que puso en mi oficina del primer piso.
Las siguientes seis semanas, una enfermera llegaba a casa por las mañanas a cambiar mis vendas. Al mediodía, un voluntario y parroquiano de Comidas sobre Ruedas (Meals on Wheel) me traía la comida. En las tardes, una pareja de la parroquia me traía la cena. Sacerdotes de la diócesis y un sacerdote de la Preciosísima Sangre me sustituían en las misas los fines de semana. Muchos parroquianos se acercaban para saber cómo estaba y me dijeron que estaban rezando por mí. Una pareja de la parroquia me llevaba a la ciudad de Iowa cada cuatro meses para mis continuos chequeos.

De esta terrible experiencia, me di cuenta de qué tan unidos estamos en atención y en la oración. A veces en la vida somos cuidadores y en otras ocasiones, somos receptores de cuidado. Debemos aprender a ser buenos en dar y recibir atención. Como sacerdote católico, gran parte de mi atención es el cuidado de mis feligreses. Aprendí tanto cuando me cuidaron mis feligreses. La analogía de San Pablo del Cuerpo de Cristo, siendo la comunidad cristiana, llegó a ser más significativa para mí. Uno de mis feligreses hispanos me dijo que fue un momento de renovación espiritual en la parroquia, cuando muchos de nuestros feligreses me cuidaron.
Además, mi experiencia en Hope Lodge en la ciudad de Iowa me dio un mayor aprecio hacia el vínculo matrimonial. Allí vi el cuidado de los

esposos y esposas cuando alguno estaba enfermo, llevándolos al hospital para sus tratamientos y viendo sus necesidades diarias. Ellos estuvieron viviendo sus votos matrimoniales con perseverancia y esperanza. También me gustaba jugar a las cartas y compartir historias con estas parejas.

Para terminar, espero que aquellos que leen este artículo oren por los sacerdotes, que se encuentran jubilados y/o están enfermos. Recuerden que alguna vez ellos cuidaban de sus feligreses y ahora ellos necesitan de otros para cuidarse.

(Padre Jim Betzen es el pastor de la parroquia de Santa María en Ottumwa.)


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