Una inesperada erupción volcánica

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Por Padre Joseph Sia
El Mensajero Católico

Hace un par de semanas, estaba en Manila, Filipinas, para visitar a mi madre y acompañarla en unos exámenes médicos. Cuando estuve allá, el domingo 12 de enero a las 2:00 de la tarde, el volcán Taal, ubicado a unas 50 millas al sur de Manila, se activó y arrojó cenizas al aire por cerca de nueve millas a la redonda.

Fr. Sia

Pronto aparecieron en las redes sociales numerosas fotos y videos, que presentaban la gran nube de hongo que se formó sobre el volcán. Obviamente, aquellos que viven cerca del volcán se vieron gravemente afectados por la caída de cenizas. Las autoridades pronto ordenaron la evacuación de las ciudades que se encontraban dentro de un radio de nueve millas del volcán y, también, ordenaron el cierre del área a todas las personas, excepto a los socorristas de emergencia y al personal de los medios de comunicación. Al menos 14,000  personas fueron afectadas. Hasta el momento, no se han hecho informes de muertes, lo cual nos sorprende agradablemente, pues, si se tiene en cuenta que no se tuvo tiempo para advertir de la erupción. Justamente, las autoridades habían levantado el nivel de alerta a uno hace algunos meses (el más bajo de cinco), lo que significa que ya se había detectado cierta actividad. Sin embargo, Taal es conocido como un volcán activo, por lo que muchos no prestaron mayor atención y, francamente, no hay mucho por hacer para un nivel de alerta uno. La rápida escalada de la actividad volcánica provocó que muchas personas no estuvieran preparadas para abandonar sus hogares y granjas de inmediato.

Los que vivimos en Manila, experimentamos una cantidad ligera de cenizas que cayó la noche de la erupción. Recuerdo haber salido esa noche y haber visto a muchos carros sucios, cubierto de cenizas. No tenía idea que la “suciedad” era causada por las partículas de cenizas, que habían caído sobre la ciudad. A la mañana siguien-te, vi las plantas en nuestro jardín y todas las hojas estaban cubiertas con una delgada capa de color grisáceo. Nos aconsejaron usar máscaras para protegernos de la inhalación de polvo volcánico. El aeropuerto internacional de Manila tuvo que ser cerrado por un día debido a las cenizas, que podrían ser peligrosas si ingresan a los motores de los aviones.

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Dos días después, las cosas volvieron a la normalidad; sin embargo, había una sensación de calma incómoda de calma, ya que el volcán seguía activo. Los que tuvieron que evacuar todavía no podían regresar a sus hogares; pero algunos desafiaron la orden para poder recuperar las pertenencias que dejaron y, tener la oportunidad de alimentar a sus animales. Mientras escribo estas líneas, la alerta está en un nivel cuatro y las autoridades continúan advirtiendo sobre una posible erupción más grande y destructiva.
En realidad, esta fue mi segunda expe-riencia de una erupción volcánica. La primera ocurrió en 1991, cuando el Monte Pinatubo, a unos 54 kilómetros al norte de Manila, se despertó después de casi 500 años de inactividad. Recuerdo que la ceniza ennegreció tanto el cielo, que parecía de noche siendo a penas las 3 de la tarde.

Cuento estas historias para resaltar el hecho de que la vida es impredecible. No necesitamos vivir cerca de un volcán para darnos cuenta, que nunca sabemos lo que nos sucederá hoy, mañana o la próxima semana. Los invito a todos a apreciar cada momento de la vida y buscar siempre la presencia de Dios en ella. Sé agradecido por lo que tiene. Concéntrese en lo que es verdaderamente precioso: el Reino de Dios y pídale, que le ayude a vivir su vida de acuerdo con su voluntad, para que pueda estar preparado para lo que suceda.

Nadie sabe qué pasará con el volcán Taal o con las personas más afectadas por su erupción. Podrían ser desplazados durante muchos meses y los efectos sobre la salud de la erupción volcánica podrían surgir años después. Les pido su apoyo en oración, para aquellos hermanos y hermanas que se encuentran a medio mundo de distancia; que puedan recibir la ayuda que necesitan durante este momento difícil y, también, en el futuro

(P. Joseph Sia es director de vocaciones de la Diócesis de Davenport y ministro sacramental de la parroquia de Santa María en Davenport).


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