Mons. Zinkula: ¿Por qué tan larga la espera para reabrir las iglesias?

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Por Obispo Thomas Zinkula
El Mensajero Católico

Ha sido interesante. Cuando las iglesias estaban cerradas, recibí comunicación de feligreses agradeciéndome por ser cuidadoso y prudente.  También recibí mensajes respetuosos haciéndome preguntas, también recibí otros con
Les puedo asegurar que la razón para esperar tanto tiempo, para reanudar la celebración de misas públicas no fue por miedo; fue por amor. San Juan Evangelista nos dice que Dios es amor. Jesús nos dice que amemos a Dios y al prójimo. Él dice que no hay mayor amor que dar la vida por los amigos.

Bishop Zinkula

No poca parte de mi decisión se basó en el respeto por la dignidad y el valor de cada vida humana en todas sus etapas. Debemos tener una opción preferencial por los pobres. En estas circunstancias, los “pobres” y los “amigos” a quienes amamos son los más vulnerables a COVID-19 debido a la edad y / o problemas de salud s

Es un poco desconcertante escuchar a las personas usar el lenguaje de elección individual, que nuestra cultura secular adopta, puesto que yo tengo el derecho de elegir a correr el riesgo de asistir a misa. Nuestras elecciones afectan a otras personas. El concepto católico del bien común nos llama a no ser egoístas e individualistas, sino a sacrificarnos por el bien de todos.

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¿Qué pasaría si yo, sucumbiendo a la presión, decidiera reanudar misas públicas demasiado pronto y alguien que decida asistir a misa porque no tiene miedo al virus y, entonces, que esa persona se infecte en la misa e infecte a su familia, a su madre o abuela/anciana, a sus compañeros de trabajo, a un trabajador de la salud que lo atendió y a un sacerdote que le asiste?

Algunos afirman que debemos apresurarnos de volver a la misa, porque nuestra vida espiritual es mucho mas importante que nuestra vida física. Sin embargo, la Iglesia enseña que tenemos la responsabilidad de cuidar todo nuestro ser, cuerpo y alma. Los católicos atesoran la Eucaristía porque es la fuente y la cumbre de la vida cristiana. Es una medicina esencial y poderosa para nuestras almas, parte integral de lo que somos como  Iglesia. Jesús, sin embargo, no se encuentra solo en la Eucaristía. No es cuestión de todo o nada.

Podemos encontrarnos con Jesús en nuestra oración y nuestras devociones personales, en las Sagradas Escrituras y en los más necesitados. Las misas en línea y la comunión espiritual no son el ideal, por supuesto, pero pueden ser un medio de gracia. Hay muchos católicos que, incluso en circunstancias normales, no tienen acceso regular a la Misa, pero siguen siendo católicos llenos de fe.

Otros proclaman que Jesús protegerá a los que asisten a misa durante la pandemia. Eso me recuerda la historia de un chico en una casa durante una inundación. A medida que sube el agua, las personas en un jeep, un bote y un helicóptero le ofrecen ayuda para evacuar, pero él les dice que Dios lo cuidará. Cuando se ahoga y va al cielo, le pregunta a Dios por qué, dada su profunda fe, Dios lo dejó morir. Dios responde: “Te envié un jeep, un bote y un helicóptero. ¿Qué más deseabas?

Dios nos ha dado especialistas e investigadores en enfermedades infecciosas. Dios nos ha dado inteligencia y sentido común. Muchos brotes del coronavirus han ocurrido en iglesias. La adoración no es un escudo mágico. Tomar malas decisiones que conducen a la infección, el sufrimiento y la muerte no lo convierte a uno en un mártir heroico. ¡Está muriendo por un virus, Dios no lo quiera; pero no está muriendo por Cristo o por un amigo!

En la superficie, parece incongruente que las personas puedan ir a la tienda de comestibles y patrocinar gradualmente a más y más negocios; pero no pueden asistir a misa. Seguramente, la economía, la política y las quejas tuvieron un impacto en esas decisiones de reapertura. Además, solo porque algo está permitido, no se sigue que uno deba hacerlo. Finalmente, comparar compras e ir a la iglesia es como comparar manzanas y naranjas. Los investigadores han descubierto que este virus se transmite con mayor facilidad en espacios confinados donde se reúnen las personas, y que el riesgo de infección aumenta cuanto más tiempo se reúne un grupo.

Sé que el gobernador dio luz verde a los líderes religiosos para reabrir iglesias y el presidente dijo que los fieles deberían regresar a la iglesia. Soy consciente de las decisiones que otros obispos han tomado en función de sus circunstancias particulares. Mientras tanto, soy responsable de la Diócesis de Davenport. Amo a las personas a las que sirvo y quiero hacer lo correcto por ellas.

La diócesis desarrolló un plan pandémico hace unos 15 años. Comenzamos a actualizarlo a principios de este año para adaptarlo a este coronavirus en particular. Hemos estado monitoreando cuidadosamente los datos proporcionados por el Departamento de Salud Pública de Iowa y siguiendo nuestros protocolos tanto para cerrar como para volver a abrir.

Aunque todavía es arriesgado (y, por lo tanto, estamos tomando muchas precauciones), estamos comenzando a celebrar las misas públicas nuevamente, porque ahora es más seguro y hemos estado ansiando la Comunión con Cristo y la comunión de unos con otros. Pero si los indicadores que estamos siguiendo, muestran una vez más un aumento significativo en la actividad pandémica, no dudaré en restablecer las restricciones. ¿Por qué? No por temor, sino por amor.


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