Hermana Irene Muñoz: un rostro del servicio

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Hna. Irene Muñoz, CHM, habla con una familia migrante en Muscatine a finales de 1960.

Frente a nuestras propias limitaciones y debilidades humanas, cuando el pecado nos roba la alegría y nos ofrece tristeza, con mucho dolor preguntamos: ¿Es posible vivir el Evangelio de Cristo o estamos siguiendo un ideal que va mucho más allá de nuestras capacidades humanas y espirituales?

¿Quién no se ha preguntado esto en algún momento de su vida, sobretodo cuando se hace o se dice cosas que son opuestas al mensaje amoroso de Nuestro Señor Jesucristo?

Más de uno ha pasado por un momento semejante, donde se considera que el Evangelio es un sueño que no puede ser alcanzado.  Sin embargo, en nuestra Iglesia tenemos una cantidad de personas, que –con su testimonio de lucha, de sacrificio, de entrega, de generosidad- hacen que el Evangelio sea una buena noticia para todos.

Por eso, podemos decir que, en nuestra Iglesia, encontramos que las virtudes y los valores cristianos tienen nombre y, también, rostro.

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Hermana Irene Muñoz, de la congregación de la Humildad, ha trabajo por muchos años en la parroquia de Santa María de la Visitación en Ottumwa y, en los próximos días, se estará jubilando y entregando la posta de su ministerio a las nuevas generaciones… “alguien debe seguir.”

Hermana Irene ha servido a la comunidad católica con todos los talentos que Dios le ha ofrecido.  Desde las visitas a los enfermos, la catequesis hasta la lucha por los inmigrantes y marginados de la comunidad. Una vida al servicio de la evangelización.

Ella es parte de un grupo especial de religiosas, que forjaron para la comunidad hispana, una estructura dentro de la Iglesia católica, que atienda las necesidades de los inmigrantes.  Entonces, las diócesis empezaron a tener oficinas diocesanas de ministerio hispano.  Gracias a estas iniciativas pastorales, las parroquias católicas comenzaron celebraciones en español; suscitando en los sacerdotes el deseo de hablar el idioma y de conocer la cultura.

¡Gracias, Hermana Irene, por tu ejemplo de vida! ¡Gracias por el servicio al Pueblo de Dios!  ¡Gracias, porque tu vida, nos dice una y otra vez, que el Evangelio si puede ser vivido!


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